Los 10 peligros de las patentes de software en la universidad
Los 10 peligros de las patentes de software en la universidadClasificado bajo: Software libre, Educación, Legales — gallir @ 17:29
Hay profesores e investigadores universitarios que están a favor de las patentes de software, las ven una forma de “proteger” sus ideas y así conseguir financiación para poder seguir desarrollando sus proyectos. Pienso que es la solución incorrecta y peligrosa para solucionar otro problema más general: la escasa financiación de la investigación en Europa, sobre todo en España.
Es bastante habitual que los grupos de investigación de informática desarrollen programas pero luego tienen problemas para conseguir financiación para acabar o continuar con el proyecto. La mayoría de estos profesores piensa que las patentes de software les permitirán conseguir posiciones más ventajosas para negociar financiación. Sin embargo si se analiza en perspectiva este atajo no sólo generaría mayores problemas, sino que con la misma lógica darían argumentos de peso que a los que están en contra del modelo de universidad pública actual –docencia e investigación sin discriminación–.
Supongamos en primer lugar que tienen una idea novedosa de un nuevo sistema informático, se encontrarían con el mismo problema que los descriptos en los puntos 2 y 3. Patentar esa idea costaría como mínimo 50.000 euros –equivalente a unas tres becas anuales de colaboradores–. Aún si consiguen la patente, ¿cómo saben que ese programa que están desarrollando no infringe otras ideas patentadas?
1: Cualquier programa razonablemente complejo infringe patentes de software, es un campo minado.
Si las patentes de software tuviesen validez y la idea y producto sea bueno, los propietarios de las otras patentes –las grandes corporaciones– las reclamarían.
2: Las negociaciones o propuestas que involucren transferencia o comercialización de tecnologías informáticas se complicarán considerablemente. Ya no será una negociación bilateral sobre el programa e ideas de una de ellas, sino también un estudio detallado –e infructuoso– de que no se infrinjan ideas anteriores que estén patentadas.
El peligro en una universidad es mucho mayor que la de una pequeña empresa. No hay mucho dinero que obtener de una empresa con presupuestos inferiores a pocos millones de euros anuales. Pero en el caso de universidades europeas el interés por demandarla será mayor, ya que sus presupuestos son superiores –unos 60.000.000 euros anuales en el caso de la UIB–: existen posibilidades ciertas de obtener un beneficio jugoso demandando a universidades. El coste mínimo de estas demandas es de 1.000.000 de euros, y lo peor es que cualquier profesor que desarrolle programas es susceptible de estar infringiendo varias sin siquiera sospecharlo.
3: La probabilidad de que una una universidad sea demandada por infringir patentes es mucho mayor que la de una pequeña empresa con recursos más limitados.
Esto obligaría a las universidades a ser muy cuidadosas y hacer auditorías los programas que desarrollan sus técnicos y profesores, lo que elevaría considerablemente el coste y burocracia para los proyectos de software.
4: Se incrementarán los costes y la burocracia en todos los proyectos que involucren desarrollo de software.
Las universidades, sobre todo las pequeñas, no pueden darse el lujo de correr el peligro de ser demandadas por infringir patentes imposibles de verificar con anterioridad.
5: La libertad de los investigadores se verán seriamente afectadas.
Aunque los problemas anteriores ya deberían ser suficientes para rechazar el sistema de patentes, hay otros que afectan más profundamente a la actividad investigadora.
Uno de los criterios para aceptar patentes es que no haya sido publicado previamente –o en excepciones tienen un año de gracia, como en USA–, lo que impediría que se puedan publicar los resultados parciales del proyecto. No sólo afecta a la propia carrera y prestigio de los investigadores, sino que es introducir una bomba armada y lista para explotar en los mismos cimientos de la comunidad científica.
6: Las patentes de software afectarán negativamente al desarrollo normal de la ciencia, sus sistema de publicación y revisión de pares se verá dinamitado.
No solamente habrá que ser cuidadosos de no publicar resultados que podrían invalidar el proceso de patente, sino también evitar la divulgación por otros canales: es decir asegurarse que los programadores, técnicos, becarios y alumnos (estos dos últimos son la “sangre fresca” imprescindible del sistema universitario y de investigación) tampoco lo hagan. Esto significa tener que cambiar todo el sistema legal de becas y agregar cláusulas de no divulgación para esos becarios, incluso para los alumnos colaboradores.
7: El sistema de patentes de software complicaría la participación de diferentes colectivos en los proyectos de investigación.
8: Se creará una discriminación entre los “que tienen acceso” a la información y “los que no”. Es un golpe bajo a la línea de flotación a los fundamentos de la existencia de la universidad publica.
La universidad tiene objetivos sociales muy precisos: generación, mantenimiento y divulgación del conocimiento. Los programas no requieren de grandes inversiones para implementar ideas complejas, lo puede hacer cualquiera con los conocimientos adecuados y muy pocos recursos. La discriminación será aún más notable e injustificada que en otros campos. La sociedad se preguntará por qué está financiando a un organismo que la excluye artificialmente del acceso al conocimiento y sólo pueden hacerlo una élite que ha firmado contratos de no divulgación.
9: Estaremos en una contradicción muy evidente –sangrante para algunos– entre los objetivos éticos, morales y legales de la universidad (Artículo 1). No retribuiremos con mayores ventajas a alumnos y ciudadanos que nos financian –todo lo contrario–, estaremos apoyando medidas que aumentarán la “brecha digital” en la propia sociedad, pequeñas empresas e incluso otros países menos desarrollados. Lo más probable es que a largo plazo la sociedad reaccione negativamente contra su universidad pública.
Si aún así creemos que las discriminaciones anteriores son necesarias para el desarrollo del software, siendo éste uno de los que menos inversión de infraestructura necesita en la comunidad científico/técnica, daremos la razón a algunos que están transmitiendo el mensaje (o globos sonda) de que la única forma de tener investigación de calidad es quitar la función de investigación a las universidades, dejarlas sólo como centros de formación profesional y mover las actividades de investigación a “centros de excelencia”.
10: Estaremos reconociendo que la única forma de investigación de calidad es mediante la restricción de acceso al conocimiento, o sea, la creación de élites. Es el argumento perfecto para aquellos que opinan que la investigación de calidad es imposible en la universidad pública.
Posiblemente me equivoque o sea pesimista en algunos puntos. Pero estoy seguro que como mínimo el tema debería ser debatido profundamente en nuestra comunidad, corresponde analizarlo desde una perspectiva global y no sólo como si todos fuésemos a ganar la lotería que nos permita conseguir un poco más de dinero para subsanar problemas de financiación concretos.
La solución no es tan compleja, tampoco es utópica o idealista.
La cantidad, calidad y sofisticación que ha alcanzado el software libre es una evidencia muy clara de que sí es posible desarrollar sistemas de software sin generar relaciones de propiedad discriminatorias del conocimiento. Sólo nos queda la [ardua] tarea de convencer a los responsables políticos y científicos de que, en consonancia con la mejor tradición científica, el conocimiento debe estar al alcance de todos, aunque haya que aumentar y cambiar un sistema de medición y valoración a veces perverso que premia más a la generación de restricciones y monopolios –las patentes– que a la propia divulgación del conocimiento generado.
No será fácil. También hay que convencer a los empresarios –su colaboración es imprescindible para mejorar la financiación– de que es responsabilidad de la universidad asegurar que se genere el conocimiento adecuado y dejar a las empresas que accedan a él libremente y sin restricciones para que compitan entre ellas para ofrecer el mejor servicio y a los precios más bajos a sus clientes.
Porque al fin y al cabo con el tema de patentes de software nos han transmitido el mensaje que el “control extremo” es bueno para la sociedad y que en la lotería no hay perdedores. Los científicos saben que eso es una falacia, también saben que hay atajos peligrosos.
4 comentarios »
1.
Nuevamente un gran artículo (que acabo de reseñar como se merece), te felicito.
Mínima aportación:
El artículo de opinión es válido para cualquier ámbito educativo, pero sobre todo en el PUBLICO. El sector privado que actúe como mejor considere, pero el sector público ha de fomentar la difusión del conocimiento, cosa que no sucede en la actualidad.
Un ejemplo: el libre acceso a las bibliotecas, a sus préstamos, por cualquier ciudadano, esté o no matriculado. Es un mal que se arrastra desde hace mucho tiempo, y siempre me ha indignado. Años atrás quise consultar ciertos libros en una prestigiosa biblioteca barcelonesa y sólo encontré trabas y más trabas. Necesitaba permiso de algún departamento de filología para acceder a esos ‘libros raros’. Tanto daba que también fuese universitario, no lo era de esa universidad (además mi formación es técnica, lo que sorprendía).
Siempre me ha molestado muchísimo que se restrinja el acceso al conocimiento. Creo que esa sensación ya viene de muy atrás, de cuando tenía 14/15 años: demandé “Mein Kampf” de Adolf Hitler a la antigua Casa de Cultura (Biblioteca Municipal de Tarragona), y tararí. Tuve ocasión de leerlo años más tarde, tras comprarlo en BCN.
Nota: siempre me ha interesado la Historia, por lo que me gusta acudir directamente a las fuentes, formando mi propio criterio (requiere más esfuerzo pero es más instructivo y gratificante).
Comentario por maty — Lunes 2/5/2005 @ 19:05
2.
Hola, Ricardo, enhorabuena por tu artículo.
Estoy completamente de acuerdo con los puntos que comentas, alguno de los cuales ya los estuvimos debatiendo en la mesa redonda sobre patentes de software que organizamos en Cádiz el 27 de abril. Concretamente, ese día estuvimos hablando del asunto que tocas en el punto 3: las patentes de software implicarían para las universidades el serio riesgo de sufrir demandas como consecuencia del desarrollo de software que se lleva a cabo dentro de las mismas, bien sea a través de los técnicos de los servicios de informática, bien a través de personal docente e investigador o bien de alumnos. Como sabemos, en la práctica es imposible para un investigador o para los técnicos de los servicios de informática de una universidad mediana el estar al tanto de las decenas de miles de patentes que se ciernen sobre Europa y, por tanto, cualquier programa desarrollado en la universidad será ilegal, en potencia.
El peligro podría venir dado por parte de los “vampiros” que, sin ser desarrolladores, acumulan patentes con la mera intención de llegar algún día a sacar una buena tajada mediante pleitos a las entidades que, probalemente de forma inadvertída, las hayan vulnerado. Como comentas, las Universidades pueden ser una jugosa pieza, especialmente aquellas que, en última instancia, están subvencionadas y respaladadas directamente por fondos públicos. Todas aquellas personas que defiendan las patentes de software deberían ser conscientes de que serán complices de este tipo de actuaciones.
Pero por otra parte, las patentes de programas podrían llegar a dejar a las universidades a merced del chantaje de las multinacionales de software. Supongamos que la universidad “U” decide dejar de usar los productos de la multinacional “M” porque encuentra una alternativa que le resulta más favorable, por ejemplo, basada en software libre. Quizás sea la misma universidad la que la desarrolla, probáblemente contratando a una empresa local para que colabore en su con ella, intentando promocionar así el desarrollo tecnológico de la sociedad, como exigen sus estatuos, y explotando los modelos de negocio del software libre. O, simplemente, supongamos que la universidad “U” lleva algún tiempo buscándle las cosquillas al monopolio de la multinaconal “M”. Ante esto, un directivo de “M” le envía una carta a la universidad diciéndo: “Estimado Sr Vicerector, nos consta que los programas A,B y C desarrollados por los equipos de informática de su Universidad podrían vulnerar algunas de los miles de patentes que mi empresa tiene en cartera. Espero que podamos llegar a algún acuerdo que sea ventajoso para todos sin que sea necesario que tengamos que interponer una demanda”.
Espero equivocarme y que esto no sea más que una elucubración, no sé si estoy entrando en el campo de la ciencia-ficción o de la política-ficción.
Por otra parte, como persona que se mueve en la difusa frontera que une a la matemática aplicada y la informática, me preocupan especialmente las repercusiones sobre un gran número de compañeros, profesores universitarios que todavía no son conscientes de las amenazas que se ciernen sobre ellos: científicos de muy diversas índoles, matemáticos, físicos, oceanógrafos, químicos… todos ellos deberían entender las trabas que las patentes sobre algoritmos suponen para unas personas habituadas a la implementación en programas informáticos de su investigación cotidiana, trabas desarrollas perfectamente en tu artículo. Pienso que deberíamos hacer un esfuerzo por hacer llegar la problemática de las patenetes a todo este PDI que, ignorante de estos peligros, nunca se ha llegado a plantear que le pueda afectar directamente.
Por ejemplo, los departamentos relacionados con las matemáticas deberían ser conscientes de que la aprobación de la directiva por parte del parlamento europeo implicaría la patentabilidad de las matemáticas. Así de claro: ¿dónde se situa exactamente la frontera que separa a una idea con aplicabilidad industrial de un algoritmo matemático? Por ejemplo, pensemos en un método novedoso que ayude a la resolución de unas determinadas ecuaciones que sean aplicables, digamos, en dinámica de fluidos.
Comentario por Rafa Rodríguez Galván — Martes 3/5/2005 @ 20:31
3.
Antes que nada, gracias por el análisis.
Si no me equivoco, si el dueño de una patente la quiere defender, está obligado a demandar a cualquier persona o institución que intente aprovecharse de su patente sin el permiso previo; da igual la entidad que sea. Si el dueño no la defiende, podría perder su validez.
Me imagino que el estado no permitiría el hundimiento de una universidad si se viera obligado a pagar una multa en un caso perdido. Sí resultaría fastidioso para todos involucrados pero no quedaría nadie en la calle. Sin embargo, semejante multa hundiría por completo a una pequeña empresa ya que no cuenta con los mismos recursos.
Desde mi punto de vista, el autor se equivoca: el peligo es MUCHO mayor para una pequeña empresa que para una institución que cuenta con el apoyo del estado ya que para la pequeña empresa el hundimiento estaría asegurado mientras que para las universidades el personal no se vería obligado a buscarse otro curro y apañarselas como puedan sino que todos mantendrían sus puestos y todo seguiría como antes. No sé qué pretende el autor al disminuir la importancia para las pequeñas empresas.
Comentario por anonimo — Jueves 5/5/2005 @ 11:16
4.
>Desde mi punto de vista, el autor se equivoca: el peligo es MUCHO mayor para una
Depende cómo lo miras:
1.
Peligro de recibir una demanda: hay más probabilidades de que demanden a una universidad (por lo que tú mismo cuentas, el final es la administración la que tendrá que responder) que a una pequeña empresa.
2.
Peligrosidad de la propia demanda: si la demanda se produce, obviamente que una universidad no desaparecerá y una empresa pequeña “podría”.
Lo que afirmo es que (1) es mucho mayor para la universidad, y que limitará mucho sus actividades –que tienen un interés e impacto mayor en la sociedad local que una pequeña empresa–.
Comentario por gallir — Jueves 5/5/2005 @ 11:35